DISPARAN A TU RELOJ

 

IMG_1033_RRamón Mateos_Arma_2015_40x70 cms_tubos de hierro de diferentes secciones

 

Leo un artículo con el título: “Para qué sirve el arte”[1] y me saltan las alarmas, por varias razones que trataré de pensar en estas líneas. Voy a intentar dejar al autor en segundo plano, para no hacer de esto algo personal, por más que mi primer impulso fuera ese.

Hace tiempo que hay una ruptura o distancia entre el arte contemporáneo y el público, ahora ésta queda escenificada y expresada de un modo formidable en las páginas de una revista, Yorokobu.

El artículo en cuestión -citas a Theodor Adorno inclasificables y equívocas aparte- pone en cuestión la idea del arte por el arte, tema siempre recurrente entre los descreídos e ignorantes, a los que se da gasolina para que vuelvan a arder de indignación a cada oportunidad posible. El autor se auto inmola al pensar de antemano que su posición es conservadora, pero no, no lo es, eso sería tener una posición; es equivocada.

Todos hablamos desde algún lado, nos posicionamos, hacer útil lo inútil es un posicionamiento y además es político, es económico, es social, es medio ambiental, es casi cualquier sección, de un gobierno, de un periódico, de un medio, de la propia vida.

Se elogia y se establece como paradigma que una artista haga unas zapatillas oxímoron de doble función[2] -como método de defensa de la tesis del artículo- pero más que elogiar, lo pone como ejemplo de cómo debería ser, parece saber cómo debe ser el arte para participar de ese estatus; hace ya mucho que la crítica de arte pasa por malos momentos; en esas líneas se elogia incluso que “esas zapatillas sirven para cruzar la frontera” y sean arte al mismo tiempo. Uno concluye sin mucho esfuerzo que entonces deberíamos pedir al urinario de Marcel Duchamp[3] que no tenga filtraciones, o exigir que con las telas de los cuadros de Jackson Pollock, dado su formidable tamaño[4], podamos construir tiendas de campaña para Unicef y así sucesivamente; aunque, bien es cierto, que el papel de Biblia nos ha sacado de muchos aprietos, no era ese su objetivo.

Desde la sección “Hazlo tú” de la revista, donde se publica este dislate, se defiende como criterio para medir la repercusión de ARCO: “bajar a la calle y preguntar sobre lo que recuerdan de la última edición”, bien, para preguntar por ARCO, lo mejor no es bajar a la calle, hay que subir a los cielos y hablar con Heródoto y comprobar cómo sus historias de la Antigüedad aún brillan en nuestro conocimiento, como semillas, como gemas, sin importar lo que piense el común de la calle, pues dudo mucho que ese común y ese redactor sepan que ARCO es una feria, donde todo se vende y todo se compra; pero también donde uno tiene la oportunidad de ver obras, muchas de calidad, en circunstancias imposible peores. Insisto, una feria, ése es su objetivo y función, no otro.

 

Se cita en defensa de que el arte debe ser útil una frase descontextualizada de Adorno que ataca las líneas de flotación del propio texto, pues este autor citado defiende precisamente la producción de las formas extraestéticas, pero no para referirse a un “todo vale” ni un “todos útiles”.

 

Quien pinta un cuadrado pinta algo que ha creado el hombre, el cuadrado no está en la naturaleza, si es rentable o útil par alguno es otra cosa, pero ahí está observando la vida y observándose a sí mismo como una forma geométrica pura, para quien disponga de la misma.

 

Esas zapatillas regaladas a 500 inmigrantes son un gesto, artístico, quizás, pero también se pueden leer como un acto de caridad, no de justicia y los irregulares quieren justicia, no caridad. En la función del arte, si en esos términos podemos hablar, no se encuentra la de cambiar el mundo.

Aquel famoso vaso de agua[5] de Wilfredo Prieto de ARCO, en contra de lo que defiende el artículo, sirvió para ahogar en la ignorancia a todos los opinadores, sin salir del discurso del arte, porque no, no, el arte no debe ser útil y ni siquiera es necesario que lo entiendas, es quizás hasta bueno que no lo entiendas, pero ese vaso finalmente sirvió en el artículo para que desde el borde del cristal, algunos se precipitaran a su vacío y ahí se ahogaran, sin respiración, en el escaso líquido que ese recipiente austero contenía y que tanto ha conflictuado.

Que parezca un engaño y hasta una agresión un vaso de agua que se propone como arte, nos hace susceptibles, ignorantes del arte contemporáneo, pero nada más, el vaso ni es agresivo ni el autor busca el engaño; el precio lo pone el mercado; otra cosa muy diferente es que nuestros prejuicios más banales aparezcan cuestionados, el conocimiento insuficiente, las capacidades cuestionadas, pero el vaso no, el vaso no hace todo eso, el vaso sólo está, ahí, como contenedor de ideas, sólo ideas, y ese es su poder transformador en todo caso.

 

Ilustro esta entrada con una imagen de la última exposición del artista Ramón Mateos, el arma , que es una replica exacta de los incautados a los mineros en las famosas huelgas; estas tuberías de diferentes diámetros, ahora son bazookas, estos hierros, ahora armas, son arma, pero del arte, lanzan contenidos y posibilidades, no son ingenuas, son potentes y hasta bellas, pero no son útiles según la política del consumo imperante, lo son en todos los demás términos.

 

No caben miles de formas de entender la creación y no todo es válido desde la libertad de expresión; es decir, que se exprese algo no le da validez, que se pueda expresar no lo dota de conocimiento, de saber; la libertad de expresión se limita a dotar de la posibilidad del discurso a quien lo articula, a su difusión, pero no otorga la razón ni el conocimiento, que no va implícito vamos, que no y que no, por más que nos empeñemos en sacar nuestro opinacionismo. Es sólo un modo de trucar la dignidad civil y usarla contra aquello que es monetizable, como causa exagerada en todo caso de su valor, pero que tiene la posibilidad de lo estético, hasta de lo bello.

El sentido común no puede ser el árbitro de lo que es arte o no, ni de lo que posee belleza, pues la belleza no es democrática y la bondad hace ya tiempo que se separo de la ética y ésta de la moral y ésta de la búsqueda de la belleza bajo un paradigma estético. Lo bello, siempre ha sido acosado por lo abyecto, por lo feo, por lo siniestro[6]; decía Rilke que lo bello es el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar. Mientras Schelling, citado por Eugenio Trías sentencia: Lo siniestro (Das Unheimliche) es aquello que, debiendo permanecer oculto, se ha revelado. En ese acoso, lo bello sale reforzado, entonces podemos pensar en límites, en definición, en nitidez de lo difuso, podemos pensar en esos términos.

Por otro lado se toma como posición deductiva en el artículo de lo universal a lo particular, busca la homogeneidad y nada más destructor que hacernos todos iguales, todos ignorantes entonces; esa diferencia es la que se encuentra en la frontera, de eso estamos hablando, de límites y de fronteras.

 

Escribo todo esto cansado, muy cansado de comprobar cómo desde la sociedad, sobre todo la española, se desprecia y vilipendia el acto artístico, sobre todo desde la impunidad que otorga su desconocimiento, donde se confunde el título académico con la experiencia estética. Lo más grave es que bajo esa sonrisa, ese buenrollismo del “esto es mi opinión” se esconde esa agresión colectiva, la de la muchedumbre, la de la masa domesticada, que da voz y crédito a discursos de opinión sin disentir. La mueca del opinador, que se confunde con el fundamento de la razón, es una mueca-gesto, es puro complejo.

 

Defendamos, entonces, lo extraordinario del conocimiento y desenmascaremos a todos los que no los ocultan mientras nos cuentan que lo visibilizan. Luchemos contra todos los que no nos dejan ver ni el bosque, ni el árbol, porque se ponen ellos delante, en un selfie tortuoso que define la banalidad de estos tiempos, figurar aunque sea quemando el bosque, figurar a cualquier precio, aunque sea como pirómano, pero siempre figurar, joder, aparecer, (y al final todo era por estar en la fotito).

No quiero ser pesimista, es más, deseo la organización del pesimismo en todo caso. Como decía Benjamin: “hay que comprender la supervivencia de las imágenes, su inmanencia fundamental: ni su nada, ni su plenitud, ni su fuente anterior a toda memoria, ni su horizonte posterior a toda catástrofe, sino su recurso mismo, su recurso de deseo y de experiencia en el seno mismo de nuestras decisiones más inmediatas, de nuestra vida más cotidiana”

 

Contra la arqueología de la aclamación, levantémonos con la historia de la revolución; contra el ceremonial de la destrucción y de la ocultación, cambiemos la hora, disparemos a nuestros relojes, pongamos la hora a cero y reescribamos la historia de este país de envidiosos, donde ya las luciérnagas, no pueden habitar, por la sobre iluminación de la opinión.

 

¡Salud y Mucho Ojo!

 

 

[1] CARRASCO. Iñaki. 2015. Para qué sirve el arte. Yorokobu. 19 abril 2015(http://www.yorokobu.es/arte/ )

[2] Judy Werthein, zapatillas Brinco, 2005

[3] Marcel Duchamp, artista conocido por su Fuente, obra en la que establece sus ideas en torno al ready made desde la presentación de un urinario.

[4] Pintor expresionista abstracto, neoyorkino conocido por su característica forma de pintar, por salpicadura –dripping- con unos cuadros que podían llegar hasta los de 5 metros longitud.

[5] obra consistente en un vaso de agua medio lleno de ese mismo líquido, presentada en la galería Nogueras Blanchard en el 2015, fechada en 2006 y por un precio de mercado que escandalizó a la prensa conservadora, con ella a sus opinadores.

[6] TRIAS. Eugenio. 2006. Lo bello y lo siniestro. Ariel.